Se
repliegan los vértices
en
esta noche imprescindible
que
retiene mis huesos
tallados
siempre por el mismo miedo.
No
necesito enmudecer tus pies
detrás
de cada paso,
ni
izarte a la lujuria
mientras
oprimes mi garganta,
para
entender al fin
que
no soy yo quien se doblega
ni
tú quien me mutila.
Es
tiempo de silencio entrecortado,
de ocupar cada uno su deriva
en
esta muerte sin esquela,
de
respirar de frente,
preparados
para la cuenta atrás.